La autoestima es un término del que habremos oído hablar muchas veces, pero ¿realmente sabemos lo que significa? Si hacemos un análisis etimológico de la palabra “auto-estima”, “auto” significa por sí mismo o propio y “estima”, querer, lo que entonces sería cuánto yo me quiero o me valoro. Por tanto, determina el valor que una persona se otorga a sí misma. Por su parte, la Asociación Americana de Psicología, la define como “el grado en el que las cualidades o características contenidas en el autoconcepto se perciben como positivas”.
La autoestima es algo fundamental para el desarrollo del individuo. Con ella, nos permitimos no solo querernos a nosotros mismos, sino también ser capaces de querer a los demás. Afirmando que somos aptos, valiosos e importantes en nuestra vida, pudiendo actuar de acuerdo con este pensamiento. El grado en el que las personas tengan sentimientos positivos o negativos sobre sí mismos, será determinante a la hora de sentirnos a gusto con nosotros mismos y con los demás y de ser capaces de actuar de una u otra manera.
El desarrollo de la autoestima comienza desde el momento que nacemos. Durante los primeros 4 años de vida, aproximadamente, los niños no tienen desarrolladas las representaciones mentales, por lo que, solo tienen el concepto de sí mismo que tienen los demás de él. Por lo tanto, su autoestima se cimentará en la imagen que el adulto le proporcione sobre él mismo, las verbalizaciones que le dé, y es aquí donde reside la importancia de los progenitores en este crecimiento personal, puesto que toda representación de sí mismo la realizará basándose en la información que ha recibido de su entorno.
Es por ello, que podemos realizar muchas acciones para favorecer una buena autoestima con nuestros hijos o alumnos, como las siguientes:
1. Utilizar un lenguaje positivo, sin categorizar negativamente. Evitando frases como: “qué malo eres para esto”, “no sabes de nada”, “eres tonto”, “eres malo”. Son frases que se nos pueden escapar en un momento de enfado, pero que pueden ser devastadoras para su autoestima y que pueden hacer pensar al menor que es así y que no puede cambiar. Utilizar otras frases como “lo que estás haciendo ahora no está bien, puedes intentar haciéndolo de otra manera”, “recuerda que este comportamiento que estás teniendo ahora no está bien y puedes hacerlo mejor” ayudarán al niño o niña mucho más.
2. No lo compares. Ni con otros niños de su edad, ni con sus hermanos o sus primos. Cada niño es diferente. Cada niño tiene un momento evolutivo diferente. Al igual que los adultos, puede tener diferentes intereses y no por eso es mejor ni peor. Comparándole, pensará que nunca es lo suficientemente bueno.
3. No todo es el colegio, no todo son las calificaciones, no todo son exámenes o presentar deberes. El niño o adolescente puede tener otras muchas preocupaciones, al igual que sus figuras de referencia. Que sea pequeño no implica que su vida se centre solo en eso. Esta situación es muy llamativa con los adolescentes, donde en ocasiones, la relación con los progenitores se convierte en discusiones por los estudios. Y, en esta etapa, están en continuo cambio y evolución, ya no son niños, pero tampoco adultos y en muchas ocasiones ni ellos mismos entienden esas variaciones que tienen en su “yo” interior.
4. Relacionado con el punto anterior, acompáñale. Ayúdale a expresar sus sentimientos, escúchale y no le quites importancia cuando expresa algo. Responder a un “estoy nervioso” con un “tranquilízate, que no es nada”, NO le ayudará a que se sienta mejor, lo único que conseguirás es que piense que sus sentimientos no son lo suficientemente importantes.
5. No solo le podemos decir lo negativo, también es necesario premiarle lo positivo. Préstale atención cuando se porta bien, cuando cumple las normas o cuando ha entregado los deberes en el colegio.
6. Fijad metas en conjunto, que sean acordes a su edad y su desarrollo. Que el sea capaz de alcanzar una meta por sí solo, será el mejor fortalecedor de su autoestima y autonomía. Y, a su vez, deja que cometa errores, es la mejor fórmula para aprender y entender dónde se ha equivocado y por qué.
7. Por último, no le sobreprotejas. Si lo haces, no será capaz de desarrollar sus propios recursos y herramientas, y dependerá continuamente de ti para hacer todo lo que hemos mencionado anteriormente.
Podéis apoyar este trabajo con la autoestima con cuentos infantiles, como, por ejemplo: “Noelia viste de lunares el mundo” de María Isabel Borda, que incluye una guía para los padres o profesores (Editorial Pirámide), “La capa mágica” de Marina Arias y Marta Cubero (Babidi-Bú) o “Yo voy conmigo” de Raquel Díaz (Editorial Thule). Para los adolescentes, libros como: “A mí también: Si la adolescencia te ataca, lee este libro” de Karina M. Soto (Editorial Alfaguara) o “Todo empieza aquí: un diario para conocerte mejor” de Meera Lee Patel (Editorial Plaza & Janes).
También hay cortos o películas que pueden acompañar muy bien en este proceso, como: “El club de los poetas muertos” para mayores de 12 años, “Billy Elliot” y “Pequeña Miss Sunshine” para mayores de 16 años y para los más pequeños películas como “Inside Out” o “Cómo entrenar a tu dragón”.
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